19 de abril de 2015

Mi vida en libros

El jueves es el día del libro, lo que hace que esta semana sea la semana del libro. Así que cada día de esta semana habrá un post nuevo. Habrá tags, contaré cuáles son mis libros favoritos desde el inicio de mis tiempos, haré una reseña del autor que más me ha impactado en lo que va de año y, para terminar la semana, me decidiré por cinco citas de todos los libros que hasta el momento de este año 2015.

Para empezar la semana literaria he decidido que lo mejor sería empezar hablando un poquito de mí y de cómo me inicié en el mundo de los libros.

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El primer recuerdo que tengo de un libro es un cuento de ALICIA EN EL PAÍS DE LAS MARAVILLAS en 3D. A mí me encantaba porque yo, cómo me llamo Alicia, creía que podía ser esa niña que caía en la madriguera del conejo. Además, mis padres, desde muy pequeña me decían que tenía demasiada imaginación y que vivía en el País de las Maravillas. Vamos, que sólo me faltaba que uno de los conejos blancos que criaba mi abuela llevara reloj de bolsillo, chaqué y fuera por la vida diciendo "I'm late, I'm late" y a mí me diera por seguirle. Sí, me imaginé eso mil veces y hasta cuando cogía los conejos creía que me hablaban y que cuando no los veía nadie se iban en busca de la Reina de Corazones.
A día de hoy en mi casa me siguen llamando Alicita la Fantástica, y creo que comprendéis por qué. Siempre he sido muy de soñar despierta.

Cuando aprendí a leer me encantaba un libro que se titulaba MINI VA AL COLEGIO. ¡Cuántas veces leería yo ese libro! Años lo estuve leyendo casi todos los fines de semana, hasta que un día, ya siendo mayorcita, mi perro lo encontró en el jardín y decidió que necesitaba cambiar de cuento y me lo destrozó. Aún recuerdo cómo me enfadé con él y que lloré como si hubiera perdido el bien más preciado del mundo.
Al poco tiempo empecé a leer DE COMPRAS y AL PARQUE, unos cuentos que recuerdo quedarme mirando los dibujos como una boba.

 A partir de ahí, todos los sábados (o muchos) mi padre me llevaba a la librería y me compraba uno o dos libros que yo devoraba en un santiamén. Iba leyendo hasta por la calle. ¡No podía parar!



Así fue cómo me aficioné a la colección PESADILLAS, que por aquel entonces eran lo más. Y poco después a la colección CHICAS, unas historias pastelosas y ridículas pero que a mí me encantaban. Además eran libros tan baratos que siempre me los compraban de dos en dos.
A los 10 años gané un concurso de poesía en mi colegio y me tocaron dos libros (Todos los detectives se llaman Flanagan y No te laves las manos Flanagan) Para mí fue lo mejor que me pudo pasar en mi corta vida. ¡Mi poema había quedado primero entre todos los de los niños del colegio y encima me habían tocado dos libros! ¡¡¡La vida era maravillosa!!!


En la adolescencia fui bastante pava y a veces me daba vergüenza decir que me pasaba los fines de semana leyendo. Me seguía comprando libros prácticamente todas las semanas y si no, leía los de mi hermana. Pero yo siempre con un libro bajo el brazo. De hecho, millones de veces dejaba de estudiar por leer. Claro que así me fue...

Poco a poco fui confesando mi secreto y empecé a compartir libros con mis amigos. Mis padres me hicieron socia de la biblioteca pero duré poco porque nunca me ha gustado mucho leer un libro que no fuera mío. No lo disfruto igual, llamémoslo manía, pero me gusta que el libro sea mío, poder colocarlo en mi estantería después de haberlo leído, cogerlo cuando quiera volver a echarle un vistazo o releerlo entero o en partes, recomendarlo y poder decir "te lo dejo".


Que esa es otra, me gusta dejar mis libros, pero sufro cada vez que lo hago. Un poquito así como una madre a la que le cuesta desprenderse de sus hijos pero que sabe que tienen que volar. Sé perfectamente quién tiene mis libros, cuándo los presté y cuándo me los han devuelto. Si alguien tarda demasiado en devolvérmelos empiezo a hiperventilar y creo que me muero y... no, vale, igual no es tanto.
El caso es que aunque he tenido alguna mala experiencia, las ganas de prestar libros no se me quitan, y lo disfruto muchísimo a pesar de todo, eso sí, siempre dejándoselos a gente de muchísima confianza...

Ya en la vida adulta seguí leyendo todo lo que caía en mis manos, aunque en menos cantidades porque con el trabajo o los estudios era un poco complicado. Pero aún así yo siempre he hecho hueco para mi gran pasión, y a día de hoy sigo necesitando tener una historia empezada en mi día a día. Mejor o peor, más corta o más larga, siempre tengo que tener en mente en algún momento del día, la historia que me toque leer.

Para mí los libros son mi tesoro. Ahora sueño con el día en que tenga mi propia casa con una biblioteca enorme con todos mis libros (también un vestidor para toda mi ropa, obvio, ¿qué mujer en su sano juicio no lo querría?)

Y para terminar, voy a confesar algo: en mi vida no todo es leer. Amo el cine, la música y las series. Aunque todo tiene un mismo razonamiento: ME APASIONAN LAS HISTORIAS, da igual en qué formato

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